Hualgayoc

Hualgayoc: Historia y tragedia de un pueblo minero

El 2021 Hualgayoc, un pueblo minero que se encuentra a 90 kilómetros de Cajamarca, cumplirá 250 años y probablemente hay poco que celebrar. Desde el descubrimiento argentífero que se hizo en el cerro Gualgalloc en 1771, su riqueza fue saqueada sin miramientos.

La historia de Hualgayoc está unida a la tragedia de la minería. Hualgayoc surgió como tal por la minería, su crecimiento y desarrollo en el tiempo es consecuencia de la actividad minera y las páginas de su historia, están llenas de episodios terribles debido a la minería.

Como pocos pueblos en el mundo tiene seis cementerios, de los cuales hoy apenas dos permanecen como testimonio de la alta tasa de mortalidad que acarreó todo el tiempo la actividad minera debido a la frase nunca más certera del “Homo homini lupus” el hombre es un lobo para el hombre.

Los primeros españoles que se dedicaron a la minería a través de socavones lo hicieron durante la colonia bajo la vil explotación de indios mitimaes sometidos a una esclavitud eterna hasta el último día de sus miserables vidas.

A solo unos años de su primer hallazgo de plata pura en su cerro principal llegó a esas tierras el obispo Jayme Baltasar Martínez de Compañón y Bujanda y pidió la destrucción total de todas las edificaciones hechas en el lugar y su traslado a la inexistente Bambamarca bajo el nombre de Dos Carlos, hecho que no fue aceptado por los prominentes mineros españoles de la época.

Quizás la parte más cruel de la carta que dirige el obispo al virrey sea la parte donde pide mil indios mitayos “de preferencia con hijos pequeños, casi niños, para que sus ojos se acostumbren a las tinieblas de los oscuros socavones”.

Ese mismo obispo es aquel que fundó San Carlos de Pencaspampa, hoy Bambamarca y la Villa Amalia de Zelendín, hoy Celendín con un diseño perfecto de sus primeras manzanas y calles. Celendín y Bambamarca tienen razones suficientes para rendir pleitesía a ese obispo cruel, pero los hualgayoquinos tenemos razones más que suficientes para detestar a un religioso que a su paso por Hualgayoc sembró el terror y el llanto.

Las minas en aquella época, eran fríos socavones en donde los obreros ingresaban una semana entera y eran encerrados y conminados a trabajos forzados, ahí vivían, dormían, sufrían y morían. Cuando se abría la puerta de metal salían los que habían sobrevivido y otros salían muertos ayudados por sus camaradas.

La historia de Hualgayoc está escrita con lágrimas y muerte, con techos de paja que guardaban la humedad de las lluvias por siempre y que parecían que la lluvia era perpetua porque nunca cesaba de escurrirse entra la fibra del ichu… (De “Hualgayoc… Historia y tragedia de un pueblo minero” J.A.P.)

Po: Jaime Abanto Padilla

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